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..imagen españa 2011 - los indignados en la calle
- escena 1:Estoy en una plaza con mis hijos. El mayor de ellos, que en ese momento tenía unos siete años, se esfuerza por descolgarse de una trepadora. En la de al lado, un chico que aparenta ser algo menor también intenta hacerlo cuando de repente noto que estaba asustado por la altura y me acerco ofreciendo ayudarlo. Mi hijo me alecciona: “Papá, no se puede ayudar a desconocidos. No hay que hablar con quien no conocés.
- escena 1:Estoy en una plaza con mis hijos. El mayor de ellos, que en ese momento tenía unos siete años, se esfuerza por descolgarse de una trepadora. En la de al lado, un chico que aparenta ser algo menor también intenta hacerlo cuando de repente noto que estaba asustado por la altura y me acerco ofreciendo ayudarlo. Mi hijo me alecciona: “Papá, no se puede ayudar a desconocidos. No hay que hablar con quien no conocés.
Instantáneamente quiero decirle que no es así. Que, por el contrario, siempre hay que ayudar a los demás cuando está a nuestro alcance hacerlo. Pero no pude…
Me horroricé. Empujados por un mundo más peligroso que aquél en el que crecimos, estamos criando chicos ’seguros’ al precio de hacerlos insolidarios.
Esa respuesta de él era resultado de lo que la mayoría de los padres de hoy le enseñamos a nuestros hijos para protegerlos del peligro. Así como no era correcto no ayudar nunca a nadie, tampoco podía transmitirle como norma que podía hablar o ayudar a cualquier desconocido. ¿Cómo transmitirle a un chico de siete años cual es el criterio para definir cuáles ‘otros’ son peligrosos y cuáles no?
- escena 2 : otro de mis hijos, en ese momento de tres años, sube al auto de su abuelo en un día de mucho calor. “Prendé el aire”, le dice. Mi suegro le responde que su auto no tiene aire acondicionado, a lo que mi hijo, completamente sorprendido contesta: “No puede ser. TODOS los autos tienen aire acondicionado“.
Otra vez me invadió el horror. Yo recuerdo bien la primera noche en mi vida, teniendo unos 27 años, en que tuve un aire acondicionado en mi habitación. Mucho más vívidamente recuerdo las noches de calor de mi infancia y adolescencia, dando vueltas en la cama tratando de captar cada brisa que saliera de mi ventilador turbo.
La combinación del abaratamiento de ciertos productos electrónicos con el carácter cada vez más ‘descartable’ de las cosas que consumimos han subvertido completamente el valor de las cosas a los ojos de nuestros niños. La mayoría de los juguetes que reciben (Made in China) duran de unos pocos días a unos pocos meses. Hoy nada es demasiado apetecible, nada es durable.
- escena 3: Iba en el auto por la 9 de Julio. Al pasar por el Obelisco, me detuvo el semáforo. Al lado mío paró un auto donde un hombre lleva dos niños en el asiento de atrás. A su ventanilla se acerca una nena pidiéndole una moneda. El padre, sin siquiera mirarla, le hace un gesto de que desaparezca sin darle nada.
Me vuelvo a espantar. No hay nada malo en no poder dar dinero en una ocasión puntual, pero estoy seguro de que ese hombre no registró (y tal vez en ese momento tampoco los chicos) que el gesto de desprecio con que lo hizo fue un silencioso mensaje estridente. Posiblemente alguna de esas noches el señor se sentará con sus niños a hablarles de la importancia de ser solidarios, pero sus chicos para entonces ya van a haber aprendido bien la lección. No importa lo que decimos sino lo que hacemos. A cada momento.
- escena 4: En medio de las vacaciones, vamos a pasar el día con mi esposa y los chicos al Zoológico de San Carlos. En ese lugar, que no solo es gratis sino que ni siquiera tiene puerta, los animales viven en jaulas pequeñas que no se parecen en nada a sus hábitats naturales. Las cosas de metal están oxidadas y terminan en puntas que no son redondeadas. Los bancos y los juegos infantiles son todos rústicos, artesanales y de madera, bien peligrosos. El agua no es potable. Mis hijos miran con cierto espanto y no alcanzan a entender el por qué de mi cara radiante. ¿Cómo explicarles que en ese lugar mágico, por más años que pasen, siempre es la década del ‘70?
Epílogo:
Las cuatro escenas me sucedieron en un lapso de unos pocos días. No estoy seguro si hay un hilo que las vincule linealmente. Son, tal vez, una muestra desordenada pero cruda del desafío que es para mí ser padre hoy. De cómo me ubica totalmente fuera de mi zona de confort. Y de la dificultad que se me plantea al tratar criar seres con valores nobles, que aprecien y disfruten las cosas y puedan desenvolverse bien en el mundo que se viene.
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3 comentarios:
Ser padres...nunca dejas de aprender de ellos. que dificil pero que bendición...
Gracias por el post.
Cuántos planteos nos presenta la vida y más en el momento de educar a los niños! Sentido y contrasentido, de todos modos siempre hacemos lo mejor y los niños lo saben. Besos.
Maryam... es no perder la sensibilidad en la ardua tarea no es cierto?
Rosa María!... las dos caras de la tarea cotidiana, una lucha de sentido creativa y viva!...amor en acción.
gracias por los comentarios a las dos! es muy lindo leerlas!!
cariños
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