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"La sorpresa puede presentarse de maneras agradables y desagradables, en
realidad no importa cómo lo haga. La clave es que surgen en la vida.
Vas caminando por la calle y tienes una visión en túnel, muy limitada
–es decir, te estás hablando a ti mismo– y no percibes nada, entonces
incluso el graznido de un cuervo puede despertarte de ese soñar
despierto que a menudo es muy denso y resentido. Algo te impacta, el
tubo de escapa de un coche hace un ruido inesperado y por un momento
miras hacia arriba y ves el cielo y las caras de la gente y el tráfico
que pasa y los árboles. Pase lo que pase, de repente ves el mundo que
queda fuera de tu visión limitada.
Tuve una experiencia interesante: algo me sorprendió durante un retiro.
Fue una sensación muy intensa de shundyata, la completa vaciedad de las
cosas. Acababa de terminar mi práctica vespertina. Había estado
practicando todo el día, y después de eso cabría esperar que yo
estuviera en un estado mental calmado y santificado. Pero, al salir de
mi habitación y comenzar a caminar por el pasillo, vi que alguien se
había dejado la vajilla sin lavar en la zona de servicio. Empecé a
enfadarme mucho.
En aquel retiro habíamos puesto nuestro nombre en cada pieza de vajilla.
Todo el mundo tenía su plato, su cuenco, su jarra y también un
cuchillo, un tenedor y una cuchara, y cada pieza tenía puesto el nombre
de la persona. De modo que iba caminando y tratando de leer el nombre
escrito en los cubiertos. Yo tenía claro de quién podían ser, porque
solo había una mujer en nuestro grupo de ocho capaz de montar semejante
desorden. Siempre iba dejando sus cosas por ahí para que las limpiaran
los demás. ¿Quién creía ella que iba a lavar sus cubiertos?, ¿su madre?
¿Pensaba que todos éramos sus esclavos? Estaba absorta en estos
pensamientos. Pensaba: "La conozco hace mucho tiempo y todo el mundo
piensa que es una practicante experimentada, pero en realidad es como si
nunca hubiera meditado porque es muy desconsiderada con el resto de la
gente del planeta".
Cuando llegué al fregadero, miré el plato y el nombre que estaba escrito
era "Pema", y el nombre que venía en la taza era "Pema", y el nombre
que ponía en el tenedor era "Pema" y el del cuchillo también. ¡Todo
aquello era mío! No hace falta añadir que mi diálogo interno se cortó
considerablemente y mi mente se detuvo."
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texto texto Pema Chödröm
e imagen vía blog mirando el mundo.
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