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Necesitamos una conciencia y una sensibilidad diferentes :
" Elegir con voluntad Abrazar la Atención y la Claridad , observando nuestros
valores, intereses y adonde ponemos el foco cada día
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“...Cuando
se produce un movimiento en cierta zona del universo, le corresponde
otro movimiento en otra zona del universo. De hecho, tanto como
antropólogo y como astrólogo, creo que el planeta Tierra, la humanidad,
estamos viviendo una época excepcional. Creo que está habiendo un
cambio muy profundo en la especie humana, un cambio que, por supuesto,
no va a durar una generación. Durará 100, 200 años. Estamos en el medio
de una transición difícil de dimensionar. Desde el punto de vista
astrológico esto es muy evidente: que hay una convergencia de factores
de elementos de posiciones del cielo que son extremadamente
particulares, pero no voy a entrar en esto. Más bien quisiera hacer
algunas reflexiones acerca de cambios que son muy visibles -y que nos
marcan ciertas direcciones- y es muy importante estar atentos a
ellas porque, como todo cambio, trae una enorme turbulencia. En esta
turbulencia la conciencia en un nivel puede quedar muy capturada por
muchas corrientes colectivas que están en transformación, se están
destruyendo unas a las otras. Quizás el sentido de este tiempo es que se
destruyan muchísimas corrientes de pensamiento y de sensaciones y de
sentimiento. Tener la mayor claridad posible sobre este proceso es muy importante..."
“ Algo se está complejizando en nosotros , quizás no nos demos
cuenta que ya está sucediendo. Ya por ejemplo la típica insatisfacción
amorosa que tiene nuestra civilización que supuestamente no tenían
nuestros bisabuelos, que no cuestionaban estas diferencias de código,
nos damos cuenta de que hay una diferencia de código entre hombres y
mujeres, y esto nos tiene locos, porque no hemos descifrado estos
códigos y cómo se acoplan...."
Nota completa = > de Eugenio Carutti
Eugenio
Carutti, licenciado en Antropología y catedrático universitario,
expone en el texto que sigue el fruto de algunas ideas acerca de las
profundas diferencias entre los hombres a lo largo de su historia y los
enfrentamientos que por ello hemos padecido y aún estamos sufriendo.
Sin embargo, sostiene, todavía nos queda la gran posibilidad de
relacionarnos de una manera diferente. Esta reflexión y su enseñanza nos
permitirán ampliar nuestra mirada sobre el comportamiento y el futuro
humanos. Carutti escribió Las Lunas, refugio de la memoria y
Ascendentes en astrología (I y II) y dicta Casa XI, un programa de
enseñanza que se inició en 1987 que privilegia su transmisión
vivencial. Su metodología de trabajo pone un énfasis particular en el
proceso global del estudiante, desde la reorganización de su sistema de
pensamiento que implica una nueva integración emocional y sus
correlatos corporales.
“...Soy antropólogo y astrólogo, me he dedicado tanto a investigar
la evolución del planeta Tierra y la evolución de la especie humana,
como este misterio de que todo lo que sucede en la Tierra está conectado
con lo que sucede en el cielo. Por mi formación, ha sido inevitable
ver que todo está interconectado, nada está separado y aislado de
ningún otro elemento de la realidad, sino que todos los elementos están
profundamente interconectados. Cuando se produce un movimiento en cierta
zona del universo, le corresponde otro movimiento en otra zona del
universo. De hecho, tanto como antropólogo y como astrólogo, creo que el
planeta Tierra, la humanidad, estamos viviendo una época excepcional.
Creo que está habiendo un cambio muy profundo en la especie humana, un
cambio que, por supuesto, no va a durar una generación. Durará 100, 200
años. Estamos en el medio de una transición difícil de dimensionar.
Desde el punto de vista astrológico esto es muy evidente: que hay una
convergencia de factores de elementos de posiciones del cielo que son
extremadamente particulares, pero no voy a entrar en esto. Más bien
quisiera hacer algunas reflexiones acerca de cambios que son muy
visibles -y que nos marcan ciertas direcciones- y es muy importante
estar atentos a ellas porque, como todo cambio, trae una enorme
turbulencia. En esta turbulencia la conciencia en un nivel puede quedar
muy capturada por muchas corrientes colectivas que están en
transformación, se están destruyendo unas a las otras. Quizás el sentido
de este tiempo es que se destruyan muchísimas corrientes de
pensamiento y de sensaciones y de sentimiento. Tener la mayor claridad
posible sobre este proceso es muy importante.
“Creo que la primera reflexión es darnos cuenta que la especie
humana primero es una especie joven, que nuestro cerebro aún no ha
madurado completamente. Es un hecho científico que utilizamos una muy
pequeña parte de nuestro cerebro, que es todavía lo más misterioso para
la ciencia tan desarrollada. Lo que no puede comprender la ciencia es
cómo funciona el cerebro todavía. Estoy convencido de que nuestro
cerebro está madurando aceleradamente, en un proceso de cambio que es
muy exigente.
“La conciencia humana maduró desde nidos aislados. La especie
humana se dispersó desde África y anidó en distintos lugares, formando
tribus y civilizaciones y tradiciones. La característica de cada una de
estas experiencias humanas es que se aisló de las demás. Cada
experiencia humana se constituyó en un nido donde crecieron conciencias,
experiencias, pero un denominador de todas las civilizaciones es la
tendencia al aislamiento, que llevó a que cada tradición profundamente
se siente diferente, se siente excepcional, se siente superior a las
demás. Tiene una dificultad intrínseca, casi biológica en el sentido de
reaccionar muy negativamente a las diferencias, repeler a lo diferente.
En cada una de estas tradiciones, desde las más desarrolladas a las
menos logradas, otra característica fundamental siempre ha sido la
exigencia de que todos los humanos que nacen en el nido tienen que
percibir la realidad de la misma manera. La exigencia primordial es que
todos los humanos dentro de una tribu estemos de acuerdo en la manera
en que percibimos el mundo. Cada comunidad siempre ha tenido este
requisito. Hay una presión sobre cada individuo para que la percepción
fuera convergente. No ha habido ninguna civilización realmente elástica
en el sentido de aceptar percepciones diferentes de la realidad dentro
de su propio centro.
“Una primera evidencia que hoy podemos ver es que hoy todas estas
tradiciones, todos estos nidos están pasando por un proceso
excepcional, están chocando entre sí. Este es un fenómeno totalmente
nuevo, todas las culturas que se formaron, el pensamiento, las formas de
sentir, de vivir, las creencias, los dioses, las religiones que cada
uno había desarrollado muy cuidadosamente, que habían diferenciado cada
cultura, hoy está destinada a chocar con otros. Como si la Tierra
estuviera haciendo un gran experimento en que cada una de las múltiples
experiencias humanas está obligada a chocar con la otra y a destruirse
mutuamente en sus diferencias. Todos estamos viendo guerras de
religión, estamos viendo cuánto le cuesta al ser humano hoy el tema de
la raza, cuánto le cuesta lo diferente.
“Quizás lo que dije antes, que en cada nido el requisito siempre
fue que todos pensaran lo mismo, parezca un poco extraño. Estas son las
primeras generaciones en las que se puede estar en la mesa familiar y
ver la realidad de manera completamente diferente. En mi mesa familiar
eso era imposible. Este es uno de los primeros fenómenos cuya
importancia tenemos que pensar, porque cuando están sucediendo y uno los
vive no se da cuenta de la envergadura que tienen. “Uno no se da
cuenta de que están sucediendo por primera vez en una historia que
tiene millones de años. Personas que tienen creencias completamente
diferentes pueden coexistir. Piensen que hace cien años esta reunión
era imposible, tantos hombres y mujeres unos al lado de otros y con tan
poca luz (…).
“Piensen en la India, los países islámicos, lugares de China. Aún
millones de humanos no han aprendido a modular sus pulsos instintivos
básicos por lo cual la sensación es que no pueden estar hombres y
mujeres al lado del otro en ciertas condiciones. Hoy existe más de una
humanidad en ese sentido, o más de una época humana. Están coexistiendo
muchos tiempos en un mismo espacio. Las tradiciones se están, por las
malas, mezclando, chocando, repeliendo, peleando. Y al mismo tiempo
coexisten épocas distintas. Tiempo y espacio está mezclado en este
momento en esta Tierra, pero esta es una revolución de una envergadura
excepcional porque está exigiendo al cerebro procesar una cantidad de
diferencias como nunca antes había procesado.
“Las diferencias más difíciles son las llamadas icónicas: ver a
alguien de un color de piel diferente o con símbolos religiosos
marcadamente diferentes, hasta hace poco tiempo en el planeta, produce
una reacción física de miedo, de angustia, que lleva al ataque o al
repliegue. Los humanos estamos aprendiendo muy aceleradamente lecciones
que no quisimos aprender por muchísimo tiempo. Quizás el simple hecho
que la Tierra sea una esfera hace que suceda. Tarde o temprano, todas
las tradiciones van a converger, este es un hecho por la misma forma de
la Tierra. Es imposible que no nos mezclemos. Pero mezclarse significa
atravesar la destrucción. Una sensación de que todo lo conocido, todo
lo que me da seguridad, lo que me define, toda la sensación de
excepcionalidad, de diferencia, se cae. Los blancos todavía no nos
estamos dando cuenta de qué es ser blanco, de qué es ser occidental, de
las consecuencias de haber sido la civilización que motorizó esta unión
forzada planetaria, las vamos a sentir. De hecho, nos sentimos
superiores.
“Con ese tipo de conciencia, sabemos que la única manera de que
se produzca esta convergencia es destructivamente. La misma lógica del
proceso nos está indicando que tiene que haber una conciencia diferente.
Esa conciencia todavía no apareció. El proceso evolutivo está
sometiéndonos a una presión que nos exige una maduración completamente
diferente, nos exige una capacidad para vincularnos con muchísimas
diferencias. Hay un crecimiento en la complejidad de los hechos de toda
la vida y esto va a aumentar cada vez más. Cada vez más va a haber más
situaciones diferentes que no se pueden resolver por el viejo método
que es la destrucción del diferente. Este ha sido el método de la
especie humana, todos hemos utilizado este método en un millón de años.
Al diferente hay que eliminarlo o dominarlo o absorberlo. No hay una
inteligencia vincular desarrollada en el ser humano. Nuestra
inteligencia vincular es muy pobre, nuestra capacidad de complejizar la
vincularidad es muy pobre, somos aún maniáticamente posesivos. En lo más cotidiano, no puedo tolerar que el otro sea muy diferente, que tenga una visión del mundo completamente diferente.
Aún no sabemos cómo hacer para resolver situaciones desde distintos
puntos de vista. Eso es un cerebro nuevo, una conciencia nueva la que se
necesita. Hoy llegamos hasta las Naciones Unidas que ya es admirable,
pero como alguien decía las naciones no pueden ser unidas, cada una
tiene sus intereses. Eso es lo que estamos viendo. Estamos en el prólogo
de un proceso en el cual tiene que surgir una conciencia que sea
humana, ni argentina, ni inglesa ni china. De hecho como antropólogos
no sabemos qué es una cultura humana. Sabemos qué es una cultura
islámica, quechua, etc. Pero cómo vive el ser humano como humanidad,
como conciencia de humanidad no existe. Es algo que evolutivamente está
implicado, es algo que tiene que suceder. Conociendo la evolución se
van a presentar problemas que van a obligar a madurar en este sentido.
Cuán dolorosamente suceda es un tema importante para nosotros, pero no
para la evolución. Para la evolución es secundario el costo que
conlleve desarrollar una conciencia humana. Aún no la tenemos, tenemos
una conciencia de parte, fragmentaria, que no sabe cómo vincularse con
aquellos que ven la realidad de manera completamente diferente.
“Creo que éste es el primer punto para enfocar. Es inexorable. Es
necesario que se desarrolle una conciencia diferente; la que tenemos
hoy no sirve. Esto da como resultado una turbulencia incesante, que
quizás sea necesaria para desilusionarse, para que cada tradición se de
cuenta. Los humanos creemos que somos la especie superior y que somos
totalmente independientes del resto de la vida de la Tierra. Como
sabemos, esto está trayendo problemas que tendremos que enfrentar. Acá
tenemos dos posiciones, pero si las vemos a fondo son la misma. La
reacción primera es que somos los dueños de la Tierra, los reyes de la
naturaleza y que podemos hacer cualquier cosa. La posición opuesta es
que somos los principales culpables del desastre en el planeta Tierra,
por eso somos una especie negativa. Es notable que a nadie se le ocurra
pensar que somos parte de la Tierra, somos una especie que está dentro
de la evolución de la Tierra. Creernos que somos lo más importante o
los culpables de todo, es lo mismo. Las dos posiciones que hoy
discutimos en realidad son la misma. Esta posición está destinada a
caer. La sensación de excepcionalidad y de no vínculo con el resto del
planeta es una conciencia muy precaria que no puede resolver los
problemas planetarios. Que no puede ser que sus dioses sean verdaderos y
los demás no, que sus miembros son superiores. Nos cuesta pensar cómo
nos ven otras tradiciones de miles de años, en realidad las tememos y
las despreciamos. Si nos pasa esto vincularmente podemos estar seguros
de que a ellos les pasa lo mismo. Nos desprecian y nos temen. La
inteligencia vincular es la que puede comprender este temor, este
desprecio, cuáles son las razones de esto y aprender a no reaccionar con
temor y desprecio, que se pueda ir más allá de las reacciones
automáticas inscriptas en la conciencia de la humanidad
“Mi convicción es que este es el tiempo en que todas estas ideas y
sensaciones tan antiguas se van a desplomar. Uno no suele pensar que
recién en la década del ‘60 una gran parte de la comunidad, por primera
vez, se rebeló a que sus hijos varones fueran a la guerra. Un millón de
años de orgullo, de identidad natural: si soy varón estoy hecho para ir a la guerra, nací para matar por mi tribu, por mi civilización.
Es la primera vez que desertar fue algo honorable. En la misma época,
el lado femenino se pudo comenzar a independizar de la programación
básica de procrear, surgió la pastilla anticonceptiva, las mujeres del
planeta pudieron comenzar a revisar dentro suyo si querían o no
procrear. Esta posibilidad a gran escala de registrar, de problematizar
si voy a procrear o no es tremendamente reciente. Yo creo que cuando
uno es joven se debate entre dos tendencias muy grandes: sentir que
tengo que ocupar un lugar en el mundo y que ese mundo ya está
construido, y hay que ubicarse, y por otro lado la clara conciencia de
que eso que está construido no está bien construido, y que ese tener
que ubicarse en esa construcción que no está bien hecha es una carga
tremenda. En principio uno tiene una fuerte tendencia a rebelarse. Ser
joven hasta ahora es esa oscilación entre ubicarse y rebelarse. Yo creo
que exige mucha madurez poder cuestionar lo construido a fondo, sin
rebelarse. Por lo general la rebelión es pasar a un opuesto, es tomar
una posición que ya está construida, que algún otro construyó. Empiezan
a ser peleas entre construcciones del mundo. Si de algo puede
servirles mi experiencia como ex-joven, yo creo que lo que está muy
confundido no es una posición ideológica, un conjunto de ideas, sino
que la mente humana está muy confundida. La conciencia humana aún es
muy precaria. Creo que es muy importante que haya muchísimos jóvenes
que tengan la fuerza suficiente como para atreverse a cuestionar la
conciencia humana. Darse cuenta de cómo hemos construido el mundo, con
qué miedos, con qué terrores, con qué ilusiones, con qué patrones
construimos. Porque esos patrones inevitablemente llevan al conflicto.
Creo que el planeta Tierra no puede soportar en los próximos cien años
el mismo tipo de conflictos viene soportando. No puede soportar que un
grupo se proponga aniquilar a otro grupo, porque ya el costo no es para
esos grupos, el costo es para toda la humanidad, para todo el planeta.
Necesariamente tiene que surgir una sensibilidad diferente. Esto que
yo llamaba inteligencia vincular, quiero decir ser capaces de
vincularse con claridad con seres diferentes. Y no crear la ilusión de
que vemos todo de la misma manera. Uno sabe que no ve todo de la misma
manera ni siquiera con el ser que dice amar. No somos iguales. Todos
sabemos que no estamos diciendo lo mismo. Ya el hecho de ser varones o
mujeres implica códigos diferentes. Varón chino, mujer sueca: uno puede
imaginar la aventura de ese encuentro. De hecho la evolución va a
provocar que nos mezclemos todos y en esa mezcla vamos a tener que
aprender a decodificar los misteriosos códigos de los otros que no
sabemos decodificar.
“Algo se está complejizando en nosotros, quizás no nos demos
cuenta que ya está sucediendo. Ya por ejemplo la típica insatisfacción
amorosa que tiene nuestra civilización que supuestamente no tenían
nuestros bisabuelos, que no cuestionaban estas diferencias de código,
nos damos cuenta de que hay una diferencia de código entre hombres y
mujeres, y esto nos tiene locos, porque no hemos descifrado estos
códigos y cómo se acoplan.
“ Hay patrones vibratorios que van a hacer que el cambio se
produzca. Hay algo que me hace optimista que es la astrología. La
astrología dice que cíclicamente cambian las condiciones estructurales
de todo el planeta. En el mismo sentido en que de pronto termina el
invierno y comienza la primavera, un cambio de estación. Algo está
destinado a desaparecer porque ya no es su tiempo, no es que sea ni
bueno ni malo, no es más su tiempo. En ese sentido es que está mucho más
abierta, que reconoce lo diferente..."
- música : música valeu ropero automático
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